Después de unos días, una junta militar surgió y derrocó al ayudante del Difunto, Policarpo Patiño quien pretendió hacerse Supremo, acto seguido liberó a algunos prisioneros políticos pero demostró ser ineficaz para gobernar. El 22 de enero de 1841, la junta fue derrocada por otros militares. Otro golpe siguió dieciséis días después y el caos continuó hasta el 12 de marzo de 1841 que un congreso escogió a Carlos Antonio López como primer cónsul. En 1844 otro congreso lo nombró como presidente de la República, cargo que sostuvo hasta su muerte en 1862. Paraguay ya tenía su segundo dictador.
Don Carlos Antonio López, abogado, era uno de los hombres más educados en el país. Hasta su consagración como cónsul, López, nacido en 1787, había vivido en una relativa oscuridad. Aunque el gobierno de López era similar al sistema del Difunto, su apariencia y las políticas eran bastante diferentes. En contraste con el Karaí Guazú que era delgado, López era muy obeso, un "gran mar de carne humana", como tal lo describió alguien conocido suyo. Don López era un dictador que quiso fundar una dinastía y administrar el Paraguay como un feudo personal. Francia se consideraba el primer ciudadano de un estado revolucionario, en cambio que López utilizó al todopoderoso estado legado por el proverbialmente honrado Francia para enriquecerse a él mismo y a su familia.
López se convirtió en el hacendado y ranchero del ganado más grande del país y amansó una fortuna que se aumentó gracias al monopolio del estado sobre el comercio de la yerba mate. A pesar de su inconmensurable codicia, Paraguay prosperó bajo el Excelentísimo como era conocido Don López. Bajo López, la población de Paraguay aumentó de aproximadamente 220.000 en 1840 a aproximadamente 400.000 en 1860. Se construyeron varias carreteras y un sistema del telégrafo. Una empresa británica empezó a construir un ferrocarril, uno de los primeros en Sudamérica en 1858. Durante su periodo de gobierno, López mejoró la defensa nacional, abolió los remanentes de las reducciones jesuíticas, estimuló el desarrollo económico e intentó fortalecer las relaciones con los países extranjeros. También tomó medidas para reducir la amenaza de las tribus indígenas que aún merodeaban el Chaco. Paraguay también realizó grandes adelantos en educación: cuando López asumió, Asunción tenía tan sólo una escuela primaria. Más de 400 escuelas se construyeron con capacidad para 25.000 estudiantes primarios durante el gobierno del Excelentísimo y además instituyó como estatal a la educación secundaria. Sin embargo los planes de desarrollo educativo de Don López progresaron con dificultad porque Francia había purgado la elite educada incluyendo maestros del país. Don Carlos López de yapa fundó el primer diario nacional: "El Paraguayo Independiente", órgano de defensa de la independencia y soberanía nacional, apareciendo su primer número el 26 de abril de 1845.
Menos riguroso que Francia, López alivió las restricciones en materia de comunicación con los extranjeros, propulsó exportaciones, invitó a médicos extranjeros, ingenieros e inversores a establecerse en su país y pagó por los estudios de estudiantes paraguayos en el extranjero. Él también envió a su hijo Francisco Solano a Europa con el objetivo de comprar armas además de instruirse.
Como Francia, López tenía el excluyente objetivo de defender y conservar el Paraguay. Lanzó las reformas con esta meta siempre en mente. El comercio fue liberado y de ese modo aumentaron los ingresos estatales. Los expertos extranjeros ayudaron a implantar una fábrica metalúrgica y un arsenal grande. El nuevo ferrocarril sería usado para transportar tropas. López empleó la diplomacia para proteger intereses paraguayos en el extranjero. Pese a su clara liberalidad, el Excelentísimo era un dictador que mantenía a los paraguayos bajo una férrea mano. No les permitió a los paraguayos ningún tipo de oposición como en la época de Francia. El congreso fue su fiel títere y las personas tuvieron que olvidarse de sus derechos políticos. Así que en la constitución de 1844 se dejó todo el poder en las manos de López.
Bajo López, el Paraguay empezó a plantear la cuestión de la esclavitud que había existido desde los días coloniales. Los colonos tenían unos esclavos para trabajar como sirvientes domésticos pero eran generalmente indulgentes con ellos. Pero las condiciones empeoraron después de 1700 con la importación de unos 50.000 esclavos africanos a ser usados como obreros agrícolas. Bajo Francia, el estado adquirió aproximadamente 1.000 esclavos cuando confiscó propiedades elitistas. López no liberó a estos esclavos, en cambio promulgó la ley del Útero Libre en 1842 que acabó con el comercio esclavista y garantizó que los hijos de esclavos serían libres a partir de los 25 años de edad. Pero esa nueva ley sólo ocasionó que aumentara la población esclava y bajar los precios de venta de esclavos al mismo tiempo que subió la natalidad de esclavos.
Las relaciones extranjeras empezaron a incrementar en importancia bajo López quien aún mantenía la tradicional desconfianza acerca de las intenciones de los estados vecinos ya que se extrañaba la destreza diplomática de Francia. En un principio, López temió un ataque de parte del dictador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas. Con estímulo brasileño, López abandonó la política de neutralidad impuesta por Francia y empezó a entrometerse en la caótica política argentina. Usando el eslogan "Independencia o Muerte", López declaró la guerra contra Rosas en 1845 para apoyar una rebelión infructuosa en la provincia argentina de Corrientes. Aunque las maniobras militares de Inglaterra y Francia impidieron devolver el ataque contra Paraguay, Rosas estableció un embargo porteño en perjuicio de los productos paraguayos. En medio de ese engorro, López mandó a un par de diplomáticos al Uruguay en 1846 para una conferencia con potencias extranjeras y se encontró con que ellos le trajeron a su regreso el Himno Nacional escrito por Francisco Acuña de Figueroa, padre del Himno Nacional Uruguayo.
Después de la caída de Rosas en 1852, López firmó un tratado con los victoriosos confederados argentinos en el cual se reconoció la independencia de Paraguay aunque los porteños nunca lo ratificaron. En este mismo año, López firmó tratados de amistad, comercio, y navegación con Francia y los Estados Unidos. No obstante, las crecientes tensiones con varios países, incluyendo los Estados Unidos, plagaron la segunda mitad del gobierno. Una vez los Estados Unidos enviaron una flotilla a las aguas paraguayas en una exitosa acción para exigir una compensación por un marinero americano que había sido muerto tres años atrás, en 1858.
Aunque él mantenía su desconfianza por los extranjeros como una insignia de lealtad a la nación, López no era tan cauto como aparentaba. López abandonó imprudentemente las importantes políticas de Francia sobre la neutralidad sin hacer antes duras opciones para los demás y contraer compromisos no lesivos para la soberanía nacional. Permitió que aparecieran controversias y disputas limítrofes con el Brasil y la Argentina. Los dos gigantes regionales habían tolerado la independencia paraguaya en parte porque el Paraguay sirvió para verificar las tendencias expansionistas de cada uno. Ambas potencias estaban conformes si el otro no podía dominar en los asuntos paraguayos. Pero al mismo tiempo un Paraguay que era antagónico a ambos países daría una razón a Brasil y a Argentina para unirse en contra del Paraguay.
Francisco Solano López y Elisa Alicia Lynch
Nacido en 1826, Francisco Solano López fue el segundo y último gobernante de la dinastía López. Tuvo una niñez acomodada lo cual prueba que su padre lo nombró único heredero de su mando y le dio las jinetas de brigadier general a la pasmosa edad de dieciocho años. Era un mujeriego insaciable y abundaban las historias de excesos crueles que cometía cuando una mujer tenía el valor para desairarlo. Su viaje a Europa en 1853 para comprar armas fue indudablemente la experiencia más importante de su vida; su estancia en París fue el punto de inflexión suyo. Allí, Solano López admiró las pompas y el charme del Imperio de Napoleón III.
Ahí se enamoró de una irlandesa llamada Elisa Alicia Lynch a quien hizo su señora pese a que jamás se han casado. "La Lynch", como se la conoció en el Paraguay, era una voluntariosa, encantadora, ingeniosa e inteligente mujer quien se transformó en alguien de enorme influencia en Paraguay debido a su relación con Solano López.
Los modales parisinos de la Lynch marcaron una tendencia en la capital paraguaya y rápidamente ella se hizo de enemigos asimismo como de amigos. Madame Lynch le dio a Solano López cinco hijos. Se transformó en la hacendada más importante del país cuando Solano López le transfirió buenas partes del Paraguay y porciones de Brasil a su nombre durante la guerra pero no retuvo nada cuando la guerra terminó. Madame Lynch misma con abundantes lágrimas y desconsuelo infinito enterró a Solano López con sus propias manos después de la última batalla en 1870 y murió en la más espantosa miseria algunos años después en Europa.
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