El Día Nacional del Tereré es una festividad exclusiva de Paraguay la cual se celebra cada año el último sábado del mes de febrero con el objetivo de “proteger y fortalecer la identidad nacional”, según la ley que lo establece.
Durante este día se reconoce a la popular bebida “Tereré” como la bebida oficial del país y patrimonio de la nación.
El tereré se caracteriza por contener una mezcla de agua fría (con hielo), yerba mate y hierbas refrescantes machacadas (hierbas medicinales, cedrón, menta y cocú) y también cola de caballo.
HISTORIA
Luego de que en Mato Grosso do Sul, Brasil, se adelantaran y oficializaran al tereré como bebida tradicional, el Congreso paraguayo aprobó en el 2010 destinar un día para conmemorarlo como algo tradicional y propio.
Entre los argumentos de dicha legislación se señala que “es importante identificar nuestras raíces y costumbres a modo de reafirmar la protección y valoración de los recursos naturales y las tradiciones, ante el auge de culturas foráneas”.
En ese sentido, nuestra bebida tradicional constituye “toda una ceremonia nacional que nos hace sentir auténticamente paraguayos, que supera los tiempos sin importar las clases sociales ni las afiliaciones políticas”, señala el documento aprobado por el Poder Legislativo, y publicado luego por el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) en su web.
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EL TERERE
El tereré no es una bebida...
Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca.
Pero no es una bebida.
En el Paraguay nadie toma tereré porque tenga sed.
Es más bien una costumbre, como rascarse.
El tereré es exactamente lo contrario que la televisión.
Te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo.
Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es hola y la segunda ¿tereré?.
Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres.
Pasa entre mujeres serias o chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros.
Pasa entre los viejos de un geriátrico o entre los adolescentes mientras estudian.
Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse nada en cara.
Colorados y liberales ceban tereré sin preguntar.
En verano y en invierno.
Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos.
Los buenos y los hijos de puta.
Cuando tenés un hijo, le empezás a dar tereré cuando lo pide, y se sienten grandes.
Sentís un orgullo enorme cuando ese enanito de tu sangre empieza a tomarlo. Que se te sale el corazón del cuerpo.
Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo solo, con yuyos, con un chorrito de limón.
Cuando conocés a alguien por primera vez, siempre decís, si querés venite a casa vamos a tomar tereré.
La gente pregunta, cuando no hay confianza: con limón, muy frio o no?
El otro responde: Como tomes vos.
Los teclados de las computadoras tienen las letras llenas de yerba.
La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas.
Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te la da, de onda le pedís y está todo bien.
La yerba no se le niega a nadie.
Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular. Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres.
Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez un tereré, solos.
No es casualidad. No es porque sí.
El día que un chico toma su primer tereré sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es porque ha descubierto que tiene alma.
O estas muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera.
Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un tereré solos.
Pero debe haber sido un día importante para cada uno.
Por adentro hay revoluciones.
El sencillo tereré es nada más y nada menos que una demostración de valores.
Es la solidaridad de bancar esa yerba lavada porque la charla es buena, la charla, no el tereré.
Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablas mientras el otro toma y viceversa.
Es la sinceridad para decir, cambiá la yerba, o arreglalo un poco.
Es el compañerismo hecho momento.
Es el cariño para preguntar, estúpidamente, ¿está rico, no? Es la modestia de quien ceba el mejor tereré.
Es la generosidad de dar hasta el final. Es la hospitalidad de la invitación. Es la justicia de uno por uno.
Es la obligación de decir gracias, al menos una vez al día.
Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones mas que compartir.
Ahora vos sabes, un tereré no es sólo un tereré.
Andá preparando el agua, que voy para allá.
Autor: un paraguayo anónimo
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